miércoles, 28 de mayo de 2008

¡Los Niños no van a la Guerra!


La noticia me da de lleno en la cara: “250,000 niños participan de 24 conflictos armados en el mundo”. Viene de un informe tan serio como rotundo, elaborado por la Coalición para Detener el Uso de Niños Soldados (http://www.childsoldiersglobalreport.org/) en su reporte correspondiente a 2008. Me animo entonces a retomar un tema que trabajé antes con una serie de dibujos, uno de los cuales decora esta entrega.

No estoy sugiriendo que la guerra es mala para los niños, que podrían morir, y mueren; ni recomiendo algo como “los niños no deben ir a la guerra” o “no pueden ir a la guerra”. No se me ha ocurrido siquiera enumerar las razones que hacen a los conflictos armados tan malos para la infancia de cualquier latitud. Este es un mandato, una exigencia, entre signos de admiración: ¡Los niños no van a la guerra! No hay concesión alguna. Este mandato ha de hacerse campaña, grita universal: ¡Los niños no van a la guerra!

Si las guerras son ya crímenes terribles, la infamia de su ocurrencia se multiplica si en ella participan niños. No es admisible que en 24 países de este sufrido planeta, en el siglo XXI, haya ejércitos, grupos armados, que empleen en sus filas a menores. Es absolutamente infame que un ser humano sin capacidad para asumir las consecuencias de sus decisiones, como consideramos preventivamente a los menores, sea armado y entrenado para matar a alguien; que un adulto ponga un arma en sus manos, y odio, confusión, amargura en su corazón, y lo mande así a matar o morir en el caos de un campo de batalla.

Todos aquellos que pueden reclutar, entrenar y mandar a niños con la finalidad de introducirlos en un conflicto armado, deben ser condenados universalmente. Son personas peligrosas, capaces de arrebatar a un niño su irreemplazable infancia para arriesgarlo en un enfrentamiento del que sólo son responsables los adultos. Son niños ultrajados en sus sentimientos, en sus valores, a los que se les cercena, se les corta violentamente la infancia, la educación, la familia, la salud mental; a los que se les instala “nuevos” “principios” y motivaciones de manera que ingresen en la espiral de infierno de una guerra, y sirvan para eliminar al enemigo, o para que el enemigo los mate en lugar de matar a un adulto. Muchas veces son secuestrados y mantenidos en regiones inhóspitas, apartados de sus familias, sin posibilidad de oponerse al inhumano reclutamiento de sus captores.

En 10 países africanos se usa niños para combatir; una pincelada de esa crueldad surge en la película “Diamantes de Sangre” (“Blood Diamond”) dirigida por el norteamericano Edgard Zwick, y que presenta la realidad del uso de niños soldados en Sierra Leona. En nuestra vecina Colombia las FARC, maestras del secuestro, y últimamente tan bien consideradas por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, usan niños soldados, así como las fuerzas paramilitares. Tengo que mencionar un espantoso informe gráfico que flota en la red sobre la masacre de un niño soldado en uno de los corrientes choques armados que se dan en suelo colombiano. Hay niños involucrados en enfrentamientos armados en 9 países de la región Asia Pacífico, y en 5 regiones del Medio Oriente. El reporte consigna y condena asimismo el uso de menores de 18 años en los ejércitos de Alemania y Gran Bretaña, estos últimos con el agravante de haberlos enviado a las convulsionadas tierras irakíes.

Pero no basta con la repulsión. Hay que insistir en hacer conocido este crimen, en condenarlo públicamente hasta que la condena llegue a los líderes, a las instituciones que pueden cambiar las cosas. Y no hay que parar ni olvidar: ¡Los niños no van a la guerra!

miércoles, 21 de mayo de 2008

Diálogos Infames II

- Hasta su casa fui, hermano. Su puerta he tocado, qué crees, He visto a la vieja, la he saludado, todo... Amable fue la señora; me habló. Todo normal, hermano. ¡Hasta se rió! No me acuerdo de qué pero ¡se rió conmigo la doña! Buena gente parecía... Todo normal, hermano -Cristina se llamaba la enfermera que, encerrando mi camilla tras un par de biombos, me había regalado la curiosa oportunidad de escuchar, silencioso, invisible entre esas ligeras paredes de tela enmarcada y la fría pared de uno de los pasillos, diálogos como éste a sólo unos centímetros de los interlocutores. Esta mañana son dos auxiliares:
- ¡Tanta vaina por un culo, compadre!... -el "hermano" es bastante directo, no se anda por las ramas, traduce la incursión del más joven en términos menos, digamos, gentiles -¡Cómo va a ser pues, compadrito, que a usted le hagan eso!... -finge un impaciente reproche, se burla; intuyo que me he perdido parte de la conversación.
- ¡Simpática es ella, hermano! No me jodas... ¡Simpatica es! -suplica el otro tratando de tomar distancia de la anatómica, concreta motivación que su "hermano" acaba de sacudir impúdicamente en sus oídos.
- ¿Simpatíca? ¡No me jodas, compadre! ¡Si por el culo estás tú ahí! -ríe franca, cínicamente el "hermano". En sus palabras se revela su origen norteño; canta las frases con la huella de un acento que quizá es de Lambayeque. El compadre cede, habla con resentimiento, apenado:
- Si hasta su casa he ido, hermano. Como enamorado, carajo... Y después me sale con que a su vieja "no le parece", que piensa que soy casado, que ella es chiquilla y que soy muy mayor para ella... -descubro la parte de la conversación que creí perdida, y que el idioma no es precisamente objeto de culto por aquí; recuerdo haber escuchado decir a un médico que un paciente estaba muy mejor. El hermano sigue, frontal:
- ¡Mándala a la mierda! Si ella quiere salir contigo, ¡que se agarre bien pues del burro! -se revela ahora que no sólo es norteño sino del campo, montuno. -Bien grandecita está para venir con que a su vieja "no le parece" -remeda la voz de una niña, menea la cabeza, ríe entre frases -¿Que fuiste a conocer a su vieja?, ¡ya pues!... Al final -la risa lo interrumpe, -al final, ja ja, tú lo que quieres es ¡comértela!, ja ja ja... ¡Tú quieres el culo! ¿Sí o no? Ja ja ja... ¿Sí o no? ¿Ah? -sin poder evitar reírse de sí, y del descarado lenguaje de su "hermano", el compadre guarda silencio. De pronto parece caer en la red de unos recuerdos; evoca quizá la forma suave, exacta con que ella mueve las pequeñas manos, la mirada que suelta un ave alocada en su pecho, las sonrisas que suelen ofrecerse, y siente que algo vuelve a su alma y se agita y lo pone en el otro extremo del péndulo:
- No, no es tanto así, hermano. De veras. Ella es bacán, hemos hablado harto, hermano. ¿No me crees? Nos llevamos bien... ¡De veras!... ¡Y ya para de reírte pues, hermano! Ella me gusta, nos llevamos bien. Ella me cuenta sus cosas. Te juro, compadre... -en un breve silencio, vuelve el rencor: -Vieja de mierda, ahí... -la risa del hermano vuelve y transforma la frustración, la incertidumbre en un chiste. Ríen los dos, se alejan. Mala mañana para el amor pienso. Desde mi escondite escucho el rítmico tintinear de frascos que anuncia al carrito de las curaciones.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Avecitas

-En Pediatría, tú conoces, encontrarás rápidamente a Tania. Tania es una niña flaquita, de cabello largo, lacio; tiene 10 años pero parece menor, como de 7. La mañana que nos conocimos, por esperar sus exámanes, no había tomado desayuno, y eran las once y media; aun así se dio el tiempo para una sonrisa. La reconocerás porque a su lado lleva siempre a su madre, una señora gruesa, alta, de cabello muy fino y escaso, que se pasa el tiempo dando recetas inexplicables contra el cáncer de cerebro, moviendo atropelladamente una boca en la que han desaparecido todos los dientes del frente. Son inseparables. La buena señora parece estar siempre ansiosa por hablar de su hija y la mejoría que cada día muestra -el interno Jiménez me sigue con atención, por momentos lo vco intentando abrir su libreta de notas para apuntar mis indicaciones. Si se reprime es porque le he explicado que nada de esto será complicado, y que no necesita tomar apuntes porque no es clase de nada. Prosigo:
-A Fabrizio lo acompaña su papá. Es un señor de unos 32 años, que anda vestido con ropa deportiva, y siempre está hablando por el celular. Ellos han venido de Arequipa. La mamá ha vuelto recién para allá porque tiene otros niños que atender. El papá de Fabrizio, de nombre César,creo, es ingeniero de minas y ha pedido licencia en su trabajo para permanecer al lado de su niño hasta que esté bien. Fabrizio tiene 8 años y aún no saben qué es lo que tiene; sólo saben que es algo tan malo que le impide caminar -Jiménez trata de interrumpirme pero se aguanta. Continúo:
-Toño no está en Pediatría pero tú vas a encontrarlo. Tiene 23 años y un alta forzada porque el hospital dice haber agotado sus técnicas en él, y no saber qué hacer contra el tumor que crece en su cerebro. Su madre es una señora muy linda y fuerte, del tipo que me gusta; magnolia de acero, de las que bajo una cáscara tierna esconden una fortaleza capaz de aguantar todo; de las que andan por la vida sin noción alguna de lo que puede ser la tregua o la rendición, inmunes a la desesperanza -Jiménez ha abierto mucho los ojos, interrumpe tartajeando:
-Guau, dóctor, ¿hay gente así?
-Gracias a Dios, Jiménez, hay. Pero faltan. Y no me llames "dóctor" ni "doctor", no soy doctor... Soy un paciente ¿recuerdas? Bueno, gracias al tesón de su mamá, Toño sigue internado, espero... Listo, le dejas una a cada uno -Jiménez toma las pajaritas de papel con cuidado y sale de la habitación. A poco, regresa:
-Me ha dado cuatro, doctor, perdón: señor...
-La que sobra es para la mamá de Tania. Se la prometí.
-¿Y significan algo?
-Esperanza. Anda ya -recuerdo la atención que pusieron todos en la estrecha sala de espera mientras yo doblaba papeles y armaba avecitas. A la siguiente prueba iré con los adultos. Lástima.

miércoles, 7 de mayo de 2008

Adios a un buen espacio


Me escriben los señores Hirokazu Kobayashi y Hiroyoshi Nishijima, editor del Departamento Cultural, y Gerente General de Sección de Premios Culturakes y Educativos del diario japonés "Yomiuri" respectivamente. Me envían una mala noticia: el diario, el de mayor tiraje e influencia del Japón, ha decidido dar por finalizada la convocatoria anual que por 29 ediciones hizo para su concurso de dibujo humorístico, el que fuera quizá el más grande el mundo. Por supuesto, no me explican las razones.

Termino de leer su escueta misiva y, con media sonrisa, paso a lamentarme que se cierre un espacio tan importante para la expresión humorística y artística del mundo. Para tener una idea más cabal del alcance del concurso, voy a recurrir a la inmodestia y mencionar que en el año 1991 en que tuve el honor de ganar su premio "Excelencia", participamos más de 10,000 dibujantes de todo el mundo, y en 2006, cuando me cupo la ocasión de ganar su "Premio Especial del Jurado Calificador" fuimos más de 6,000 los humoristas. Pienso ahora que podría ser esa disminución de participaciones la que los ha llevado a cerrar definitivamente el concurso.

En fin, queda como consuelo que desde la institución de este evento, que por un tiempo fue el más famoso en la corta colectividad de los dibujantes de humor, y en el cual, según tengo entendido sólo hemos sido premiados dos peruanos, se han abierto otros espacios; a ello ha colaborado la Internet y su brutal oferta de información global. Esa es la buena noticia.

La mala sigue siendo que se haya extinguido un entrañable foro de diversión y competencia, que seguramente por largo seguirá siendo el más importante por la cantidad de participantes que convocaba y el grosero volumen de sus premios (en la última edición, el Gran Premio se alzó con US$ 16,000 y, en cuatro categorías más, los ganadores premiados fuimos más de 22). Bueno el "Yomiuri Shinbum" tenía cómo honrar a los dibujantes humorísticos, que no somos tantos ni tan especiales como creen. Lástima que ya no lo haga más.