viernes, 6 de noviembre de 2009

Rabia de muerto

A veces ocurre así pues, no debes sentir miedo ni recelo, prima: esas vainas, las coronas y las cruces que se hacen de flores, de claveles, gladiolos, rosas, crisantemos, y que adornan al muerto en la última noche que pasa entre los vivos antes de que lo metan en el nicho para siempre, y que sirven también para adornar el ambiente que el muerto llena con su cajón y la capilla ardiente, bueno, esos armatostes, a veces, como están parados sobre dos patas como los cristianos, dos patas de caña, tienen que recostarse sobre una pared, una ventana, bueno, tienen que recostarse en algo, ¿no?, y eso, claro, depende de la forma de la casa y si adentro hay espacio. Claro, a veces, porque la casa es pequeña como la mía, las vainas esas se ponen en la calle porque no caben, como si quisiéramos que todo el barrio se enterara que andamos de velorio, en fin, como decía, esas cosas, que casi siempre son bien grandes, como de la altura de un negro y el ancho de otro, a veces, digo, resbalan y, claro, se caen y hacen algo de escándalo porque pesan, pesan tanto como para tener que ser llevadas por dos personas, y sobresaltan a todos los asistentes y a los hijos e hijas del difunto que casi siempre en esas horas sienten harta culpa de no haber sido mejores con el muerto, de no haberle dado mejores momentos sino, quién sabe, olvido, silencio, soledades de día y de noche, o hasta maltratos, impaciencia, gritaderas, quién sabe; cada familia tiene su propio circo armado. Claro que lo que puede ocurrir después no lo sabe nadie ¿Que la corona de flores se cayó sobre otra y ésta sobre la tremenda cruz de gladiolos y rosas blancas que mandaron los de tu compañía, tu jefe? ¿Quién podía saberlo?, ¿y quién podía saber pues que esa cruz tan grande, que se veía tan fina y bien elaborada, iba a darle al cajón del tío justo en la cabecera?: nadie. Nadie puede saber lo que va a ocurrir, primita. ¿Que el cajón pudo estar mejor colocado, más firme sobre los parantes que la funeraria pone, que parecen de fierro y sólo son de latón cromado, y no así no más, puesto encima? Claro, pudo, pero no estuvo. Por eso el tío se cayó y no paró hasta el suelo, carajo, y rompió de un cabezazo la lunita de la ventanilla esa por la que todos mirábamos lo bien muerto que estaba con aquel par de algodoncitos taponándole las narices, tan serio, la color tan caída, y chistoso con un ojo medio abierto, y con su rosario al cuello, trenzado con el cordón de su capote morado del Señor de los Milagros, que ni dormido parecía como otros muertos y muertas que hasta gusto dan. ¿Y tú crees que eso ocurrió porque al tío no le gustó encontrarte saliendo de un hostal con tu jefe?, ¿te parece como una señal?, ¿que el tío muerto tuvo una rabieta y, para que tú lo veas, se mandó a propósito la cruz de tu jefe encima?, ¿qué todo el escándalo que se armó con el ruidazo que hizo el cajón contra el suelo, y la lunita rota con el macetazo que le dio el tío con toda su calva, y que casi se sale por el hueco, es “rabia de muerto” como dicen? Igual pudo haber sido cualquier cruz o corona de las tantas que anoche rodeaban el cajón, si la que se cayó fue la que justamente había mandado el mañoso de tu jefe que lo vi cómo te toqueteaba, eso es pura casualidad. Y ahora que lo menciono: ¡al hombre se le sale la calentura por las mangas, prima! ¿Qué le has hecho tú, tremenda bandida?, ¿cuál ha sido tu tratamiento para que todavía lo tengas así que ni en un velorio se aguanta de apretarte, de querer sobarse contigo por abajo y olisquearte el pelo detrás de las orejitas? Bueno pues, qué importa eso, ya sabes que no hay que asustarse, que lo que te espanta a ti es que el tío, a poco de morirse, ¿anteayer?, bueno, que el buen tío, que tanto te engreía y mimaba de niña, te encontró este jueves saliendo del hostal bien a las risas con el sinvergüenza de tu jefe que, la verdad, aparte de cierta generosidad contigo, que ya creo saber de dónde viene y a dónde va, y tú también, no creo que tenga otra luz en el alma. ¿Que el tío no te dijo nada?, ¿y que seguro tampoco le habló a tu papá de la sorpresota que se dieron frente a frente ustedes en la entrada del hostal? Claro, que el tío no es, perdón, no era de los que acusan y señalan, siempre fue muy discreto, siempre metido en lo suyo, seguro habrá comprendido que ya estás grandecita, y que seguro tu jefe algún favorcito te hacía ¿no? En fin, creo que no tienes de qué preocuparte, el tío fue siempre muy bueno contigo y, aunque puede que no le haya hecho gracia verte salir a las risotadas de aquel sitio bien bañadita y del brazo de aquel panzón que todos en el barrio sabemos que está casado y tiene dos hijitas de mujer blanca a las que trae a veces al mercado, yo pienso que te comprendió... Y si no, bueno pues, creo que lo importante es que no dijo nada que te pudiera perjudicar ¿no? ¿O si?

¿Que tu papá te ha dicho que quiere hablar contigo más tarde?, ¿que ya sabes que se trata de ese asunto? ¡Qué tal tío de mierda el que tenías! Bueno, el pobre anda muerto ya, y no hay nada que lo regrese para decirle lo que se merece. Qué carajo, ¿no? ¡Le hubieran caído todas las coronas encima, carajo! Viejo de mierda... ¡Grande estás para lo que te guste! ¿Que prefieres a aquel sinvergüenza? ¿Y? Qué vamos a hacerle pues, es tu gusto, tú eliges. ¿Que hay solteros mejores? Seguro es así, pero tú has preferido aquel tipo, prima ¿no? ¿Quién te va a obligar? Nadie. ¿Quién lo puede impedir? Nadie. ¿Por qué se van a meter? ¿El cajón?, ¿qué cajón?, ah, sí, ya me acuerdo, el cajón de tu tío, que se cayó haciendo el estruendo que hizo, jodiendo más aún el velorio y el ambiente de murmullos que rodeaba al muerto. ¿Que te tocaste de nervios y empezaste a llorar a los gritos cuando los hombres trataban de levantar el cajón para ponerlo en su sitio otra vez y el tío casi se sale por la ventanita de lo flaco que estaba? Ya te dije que no debes temer de aquello y que si se cayó el cajón fue porque los aparatos de flores esos siempre se paran mal y mucha estabilidad no tienen. Que lo que tú tienes, negra, es sentimiento de culpa, sí pues. Tienes, como dicen los que saben, sentimientos de culpa por lo que te pasó hace poquito con el difunto. Pero no debes temer nada, que los muertos, muertos se quedan, y éste creo que antes de irse te jodió la vida ¿no? Viejo de mierda tu tío... En fin... ya está muerto.