miércoles, 6 de agosto de 2008

En un lugar común

Caigo deliberadamente en el lugar común más común de las últimas dos semanas: el tema de la modelo que apareció desnuda en una revista, montada en un caballo sobre el que, a manera de montura se extendía la bandera nacional. Su nombre no importa pues no se ha hecho de un lugar en la prensa de primer escalón gracias a la publicación; ella es integrante de un grupo de techno cumbia en el que junto a otras dos chicas, atrae la atención del público bailando en tanga y haciendo algo que a los espectadores no les importa pero que podría ser cantar.

Y caigo en este resbaladizo lugar común porque desnuda la triste perspectiva que dirige los intereses de la mayoría de los peruanos. La buena señorita, que calentó anteriormente las portadas de la prensa más elemental por haber sido agredida a la salida de un establecimiento penal luego de haber visitado a un reo (la agresora era la esposa del preso), pasa de boca en boca paralelamente a otros escándalos, entre los cuales prefiero destacar que al final del sétimo mes del año, en el Perú hemos redondeado en 1,000 el número de víctimas fatales de accidente viales.

Y, a todo esto, no podía faltar el tinte oficial; el gobierno no podía mantenerse al margen del ridículo: ahí estuvieron los ministros de Estado despotricando largamente contra la calata y callando en siete idiomas sobre la brutal masacre que se perpetra cotidianamente en las pistas de todo el país. El ministro de Defensa incluso prometió demandar a la cantante, y un procurador cumplió con la orden. La ministra de Transportes sólo se permitio ser escudada por el mismo Presidente de la República que reveló, echando por tierra una vieja leyenda urbana, que ella no maneja los buses que circulan las carreteras del país y se estrellan y matan personas.

Claro, es mucho más sabroso sacudir la imagen que corona este modesto espacio que dedicar tiempo a reclamar un sistema eficaz de prevención de accidentes de tránsito, que al parecer no existirá hasta que a la desidia y el escándalo se superpongan la responsabilidad y la seriedad. Pero tampoco vale olvidar, anestesiados de potos en banderas, los miles de hogares que quedan rotos cada semana por la cotidiana dejadez de las autoridades para ordenar el tránsito.