viernes, 3 de abril de 2009

Voluntad

¡Hoy tengo una muy buena noticia!: aquellas personas que sin aspirar a una extraordinaria riqueza han alcanzado la seguridad económica y el bienestar de su familia, no tienen facultades especiales, no son mucho más inteligentes que la mayoría ni provienen de hogares adinerados. Por el contrario, casi todos vivieron hasta la adultez en hogares que luchaban por la vida entre la clase media y la pobreza. La mayor riqueza que tuvieron en sus casas, fue que de alguna manera les enseñaron a hacer las cosas bien, a dirigir y enfocar su voluntad para lograr lo que querían, y a insistir siempre en el convencimiento absoluto de que no hay objetivo que no se pueda alcanzar, y que para lograrlo no hay que ser un genio sino sólo empeñarse en buscar soluciones y no pensar jamás en la rendición.

¿Y eso es todo? Quisiera ser más extenso, poder desgranar este hallazgo en una relación de consejos bien detallados y enumerados, poder poner las cosas más fáciles, ser más didáctico. Pero no puedo. Tal vez me trunca el hecho de que no busco convencer a nadie con simplismos, con frases manoseadas acerca de la fuerza de voluntad, el poder de la atracción, o la conveniencia del amor propio para vencer y no ser vencido. Recuerdo a un joven vendedor que, según él, había encontrado la fórmula para no deprimirse y sentirse siempre motivado a pesar de los golpes que eventualmente la vida le propinaba como a cualquiera. Según decía, en un taller de ventas “puerta a puerta” había aprendido que las dimensiones de la tierra en el cosmos son absolutamente patéticas, que en medio de la vastedad creciente del universo, nuestro planeta es menos, mucho menos que un grano de arena en la yema de uno de nuestros dedos. Si tomamos en cuenta que en esa partícula de materia espacial, hipotéticamente imperceptible al más poderoso microscopio, se encuentra nuestro continente, que ocupa sólo una parte del 30% de tierra que hay en el planeta, y que en ese continente está la porción que llamamos nuestro país, y que en él, como la huella que puede dejar una aguja sobre un papel, se sitúa nuestra ciudad, y que en ella en una dimensión aun menor está nuestra calle, y que en ella, si poder siquiera ser medido en términos del cosmos, estoy yo –decía él-, agobiado por un determinado problema, ¿qué tan importante puede ser??? El mérito de ese razonamiento está en que, por lo menos a él le servía.

Por ello quisiera otras palabras, algo que no parezca lírico, algo más crudo que decir, no sentirme caído en la onda de repetir con otras frases los consejos que todos pueden haber leído en Chopra, Coelho, Dyer y otros tantos.

El convencimiento de que todo se puede alcanzar, de que nada es imposible de hacer si le ponemos empeño y hacemos las preguntas adecuadas, ¡es pues irrebatible!; ¡no lo puedo discutir! Díganme que no es fácil, que demanda paciencia y sobre todo insistencia, tesón, que puede haber fuerzas misteriosas que desde la historia parecen dificultarnos las cosas: de acuerdo. Díganme que cuando las cosas no salen bien, uno de desalienta y deprime, que duele que los planes no se puedan realizar, que falte la plata, que tengamos que postergar hasta lo más elemental, que nos tengamos que comer los sueños, que salir del hoyo cueste… Claro, no puedo maquillar la realidad de la desesperación y las carencias, pero tampoco puedo negar los ejemplos de miles de hombres y mujeres que han salido adelante y han logrado el bienestar que todos queremos lograr, sin poner en ello más que una terca voluntad, y la información adecuada. Cada día puedo leer de hombres y mujeres, jóvenes y no tan jóvenes, que aquí y en otros países se esfuerzan, se sacrifican, duermen poco, trabajan duro, se sobreponen a las caídas, a los desalientos, al orgullo, a lo que los demás pudiera decir, y entonces ¡no crean que salen a buscar el triunfo!, ¡no!; ¡entonces lloran, maldicen! Y luego suspiran y se vuelven a encaminar convencidos de no parar hasta sacudirse de toda la angustia.

Porque el éxito está asegurado a los que se esfuerzan y vuelven a esforzarse, porque si al genio le falta el empeño, la voluntad, no logrará nunca nada aunque sea genio. Y si al empeñoso le falta la información que tiene el genio, seguro podrá conseguirla, y así conseguir todo lo que quiera conseguir. Hay que tener la voluntad, hay que querer con todas las fuerzas e insistir, insistir e insistir. Amén.