martes, 7 de abril de 2009

Pasó

- Déjeme pasar… ¿No son 20 soles lo que cobran acá por noche? Yo no voy a estar ni una noche…
- Sí… Me imagino que no vas a estar más de una hora… Anda no más, chica, piénsalo, busca una amiga y tírate esos 20 soles en pasear con ella, tómate una gaseosa, invítale un sánguche a tu amiga, no sé… Pero no insistas en tomar la habitación, que yo sé para qué la quieres… -lástima que quiera matarse, es bonita, piensa él.
- ¿Usted qué sabe? Yo estoy cansada, quiero dormir -la mirada del encargado es suave, compasiva, -me duele la espalda, ¿qué piensa que voy a hacer? Sólo estoy cansada…
- Sí, sé que estás cansada, se te nota… ¿Acaso no tienes casa para ir a descansar?
- ¡Claro que tengo pero en ella no se puede descansar…! Entre mis sobrinos, los perros… mi mamá, el desgraciado ese de su marido, mañoso imbécil… -su gesto se endurece de pronto, bate las manos en el aire como tratando de encontrar las palabras, y sigue: -y el cuarto, el desorden, la cocina sucia, la puerta rota del baño… ¡Ni siquiera puedo ir al baño tranquila!, ¿sabe?, ¿cómo cree usted que voy a poder descansar tranquila ahí?
- Me imagino que no debe ser fácil, pero prefiero que te vayas… -él piensa en su propia casa, en su vieja, una anciana ya, regando geranios y tarareando huaynos mientras cocina y espera que el viejo regrese del mercado para repetirle los mismos reproches por demorarse conversando con “otros viejos como él”, sin pensar lo mucho que al pobre le cuesta caminar luego del derrame; la rutina de soportarlos cada día de Dios con sus canseras, con sus achaques. -A dos cuadras hay otro hostal, anda. Ahí ya tienen muertos en su libro -de pronto siente haber soltado algo cruel; se arrepiente. Y lo siente más cuando ella repite, mendicante, sin mirarlo:
- Sólo quiero dormir…
- ¿Y qué traes en la mochila?
- Mis cosas, ¿no ve que vengo del taller? He remallado toda la santa noche, sólo quiero dormir, luego me voy a almorzar, me doy una vuelta, y regreso a la chamba… Tal vez vuelva por una siestita y un baño antes de irme y… ¿por qué dudas? -de pronto ha tuteado al tipo; bueno, no parece mala persona, y seguramente sólo tiene dos o tres años más que ella. -Además, voy a pagarte…
- No se trata de que me pagues o no, ahora no hay casi nadie, sólo una pareja en el tercer piso. Podría dejarte descansar gratis un rato; el dueño no viene hoy. Lo que me preocupa es que subas, te mates y yo me meta en problemas. Ya sé cómo es eso, lo he visto en la televisión: hay que esperar al fiscal que siempre, siempre llega tarde y, mientras, hay que aguantarte en la cama con una sábana encima. Es una vaina. Luego el hotel se va a la mierda, ¿no ves que ya nadie quiere venir porque a ti se te ocurrió escoger una de nuestras habitaciones para matarte? No, gracias. Sería un tremendo problema para mí.
- ¡Estás loco!!! Ja, ja, ja… ¿Tú crees que quiero una habitación para matarme? ¿Qué crees que traigo en la mochila, una pistola? ¡Estás loco! ¡No me voy a matar! -él comprende que ella no ha escuchado el estúpido comentario que hizo sobre el otro hostal y sus muertos; aliviado, replica:
- Vamos, nadie entra a un hostal con un cartel anunciando “no me jodan, voy a matarme” ¿no?… Anda, ya te dije: busca una amiga, salgan a conversar… Que no hay pena que no pase ni problema que a la larga no se arregle -de pronto, recuerda a su madre repitiendo aquella sandez y se siente avergonzado.
- ¡Qué amiga ni qué carajo! ¡Sólo quiero dormir, descansar! ¿No entiendes? -la chica le cae bien, tiene cierto encanto, habla como si fuera mayor, y se nota que es fuerte, tiene carácter. -Sólo quiero descansar…
- ¿Y si yo te invito? -la frase los coge por sorpresa.
- ¿Me qué?
- No sé, si te invito -siente que se apresuró y que, sin embargo no puede, no quiere, retractarse... -Mira, dentro de un rato viene mi compañero, y nosotros podemos salir a tomar desayuno; yo conozco un sitio. De ahí, si quieres te presto un cuarto para que duermas un rato -algo le dice que la chica ha sido sincera, que no planeaba matarse, que él se equivocó, -o para que te quedes hasta que tengas que ir a trabajar -no, no sólo le cae bien: le gusta. Le gustan los ojazos que tanto mueve a pesar del cansancio, y que destellan cuando levanta la voz, le gusta el “carajo” que soltó sin inmutarse, y la frescura con la que sigue hablándole:
- ¿Sí? ¿Y después? -hace un silencio para ponerse en guardia, para descorrer un tono de seriedad, -¿no querrás cobrarte el desayuno, el cuarto?, porque yo sé cómo son a veces los hombres… “Que nadie va a saber, amiguita, ya pues…rapidito no más…”, ¿no? -una extraña confianza en él la anima a moldear la advertencia hasta hacerla parecer un chiste, duda en un nuevo silencio y suelta una corta risita de remate; se sonroja avergonzada. Él se apresura a romper el silencio que ha quedado flotando entre los dos, y que le ha servido para admirarla mientras sonreía con las mejillas coloreadas:
- Noo, nada que ver. No lo había pensado, de veras -nadie que pueda sacudir en el aire esa risa de cristales, y hacer brillar una mañana tan fría, puede querer matarse, piensa.
- ¿Y voy a poder descansar, dormir?
- ¡Claro! Aquí es seguro, nadie se va a meter contigo, te prometo. No te preocupes. Te doy una llave que no tiene duplicado, qué te parece.
- Bien, pero prefiero pagarte, toma -pone rápidamente un billete en el mostrador. -Subo, me lavo, dejo mis cosas y salimos. ¡No pensarás que voy a salir con esta cara! Está bien que una ande cansada pero siempre hay que estar presentable. Y creo que es mejor si tomo desayuno antes de dormir un poco.
- ¡Claro! -le extiende la llave del 201, cerca de la escalera para que no camine más que lo necesario -Cómo vas a descansar sin nada en el estómago, más vale que tomes un buen desayuno... Donde te digo, hay pan con chicharrón, tamales, café…
- Bacán. Espérame. Además hay que esperar a tu relevo ¿o no?
- No tarda en llegar, seguro; es puntual el cholo -ella da media vuelta hacia las escaleras, él se atreve:
- ¿Cómo te llamas? -ella vuelve a girar, un mechón de cabello le queda sobre la frente, lo aparta con delicadeza, usando sólo el meñique, sonríe, él se apresura a presentarse: -Yo soy Joel, Joel Muñoz.
- Me llamo Jessica, Jessy me dicen. Pensé que me ibas a pedir el DNI… -nuevas risas confirman que se estrena la complicidad.
- No, nada de DNI. Pero te apuras, ¿ya?… Jessy…
- Voy a dejar todo esto…

“Voy a dejar todo esto” repetiría él después, llorando. Según lo que había previsto, el fiscal llegó tarde, después de las cámaras de TV. Un locutor calcula el plano con la modesta construcción de fondo y la barda de curiosos, y con fingida parsimonia, la voz engolada, se pregunta ante la cámara qué podría haber pasado por la cabeza de alguien tan joven para matarse luego de matar aquella noche a sus ancianos padres.