viernes, 8 de mayo de 2009

Madre Soledad

- Mi mamá falleció en el Día de la Madre de 1975, eso bien triste fue -es una mujer menuda que mientras habla no deja de sacudir con una escobilla la blanca lápida que dice “Marina Teodosia Ortiz Balbuena 1934 – 1975”. -Ella era la partera en mi pueblo, una cosa bien importante ¿no ve que entonces las mujeres se morían mucho por parir? Tener hijos era un peligro… Y seguro que por allá todavía lo es… Yo soy de Sisas, un pueblo en Lucanas, Ayacucho. A mi padre nunca le conocí… Una vez, ja ja ja…, una vez, recuerdo, mi mamá me dijo, señalando lejos: “Ese que va ahí es tu padre…”, y yo en el camino sólo vi a un cholo que iba sobre un burro: ¡nunca supe a cual de los dos se refería mi mamá! Ja ja ja… -la pequeña mujer, de nombre Celia, ríe de buena gana, yo río con ella.
- Mi mamá era bien bonita, era bajita así como yo, pero “empatada” como dicen, no era flaca como yo; recia era mi mamá. Y sólo me tuvo a mí. Fuerte era también ella. Una vez, recuerdo, un amigo, bueno, no era un amigo sino un pretendiente de mi mamá que a cada rato se aparecía en la casa, que a traerle un queso, que un gallo, bueno, esa vez ese señor, ese tipo, que la enamoraba a mi mamá y aguantaba sus rechazos y siempre se iba sonriendo, se apareció borracho… Mala tarde fue esa -Celia hace una pausa como para aclarar los recuerdos, mira hacia el suelo; la luz del sol cae oblicua, estirada sobre el pabellón de nichos “San Hilarión” del cementerio local. -Cuando todo acabó, recuerdo, mi mamá me llamó, porque me había hecho salir de la casa, nuestra casita quedaba en el campo, alejada del pueblo, ahí teníamos nuestros animalitos, todo... Bueno, mi mamá me llamó y, seguramente por ver mi cara de horror, se apuró en decirme, mientras se arreglaba el pelo “No está muerto, no tengas miedo”. Me hizo traer un balde con agua y el revólver que le dejó mi abuelo y que siempre estaba en el cajón de los manteles, cargado. El hombre despertó con el agua y se fue. Claro, antes, con el cañón del arma sacándole lágrimas y ruegos, prometió no volver… Así era mi mamá. ¿Tierna? ¡Claro que también era tierna, cariñosa, mi mamá!, ¡no crea usted que porque era así recia, no podía ser cariñosa! Ella era muy amorosa conmigo y con mis primos, les regalaba cosas… ¿No ve que ella podía guardar su platita de lo que atendía a las panzonas? -Celia se interrumpe, a lo lejos escuchamos que se afinan unas guitarras, los pitos de unas quenas; recuerdo que aquí las familias celebran a sus muertos, les cantan y bailan cuando la ocasión lo amerita.
-Sólo le reprocho a mi mamita que no me dio un padre cuando pudo. Me hubiera gustado tener un papá, alguien en la casa, a quien recibir y abrazar, claro, no aquel que me engendró, al que, bueno, de hecho nunca le importé ¿verdad?, nunca se interesó por saber de mí. Yo sólo supe que él vivía en un pueblo cercano, que tenía su mujer y como cuatro hijos. Mi mamá nunca me habló mal de él, tampoco me habló bien. Sólo, cuando yo le preguntaba me respondía que no me preocupara, que no era un asunto tan importante. Pero yo sabía que era importante ¿no ve que mi mamá no volvió a tener otro hombre? Qué sé yo, se quedó “traumada” creo la pobre… Así pasa ¿no? Usted sabe, ¿verdad? Porque yo he visto otras mujeres así, que están con un hombre, y luego, como el hombre de alguna manera sale de sus vidas, no está más con ellas, no hacen otro compromiso ¿no?, como si se quedaran pegadas en esa relación que se rompió… Y hablo de relaciones largas, no de “accidentes” como el que le pasó a mi mamá, y del cual salí yo para regresar hasta acá de vez en cuando y sacudir su lápida y traerle unas flores, y hablarle. Si pues, porque lo que sí supe es que mi mamá y mi padre se conocieron en la fiesta de San Juan y ahí no más estuvieron; eso me contó una tía muy buena que tenía. Y que por eso mi mamá no tomaba licor. Usted sabe que en la sierra no es extraño que las mujeres tomen trago ¿no?, ¡y algunas toman duro! Bueno, según parece mi mamá no estaba acostumbrada y esa noche de la fiesta, se pegó su borrachera junto con mi papá, y ahí pues pasó todo. Según me dijo mi tía, cuando mi mamá supo que estaba encinta, se negó a decírselo a mi padre aunque él todavía venía a cortejarla, ¡si! ¡a cortejarla!, porque, según mi tía, a pesar de lo que entre ellos había ocurrido, mi mamá no se reconocía comprometida con él, y además a mi abuelo el tipo no le gustaba. Seguramente mi mamá creía que haber tenido su “choque y fuga” no era pues tener una relación ¿no?, ja ja ja… -Nuevamente la risa de Celia alza vuelo en el aire blanco del camposanto; la luz del sol parece reverberar en las lápidas; una canción empieza a llegar hasta nosotros, triste, sentida. Celia se detiene en su labor de limpieza y sonríe con pena. -Mire usted cómo después de más de 30 años yo todavía extraño a mi mamá, y me pongo triste de no tenerla, de pensar en aquellos que no tiene a la suya o la tienen pero lejos, y no pueden abrazarla, decirle cosas lindas, hacerle un regalo, mirar sus ojos, sus arrugas, preocuparse por su salud, comprarle ropa, comentarle una noticia, reírse con ella, o hacerle un reproche… Creo que si de un hombre que nos deja podemos reponernos, de perder a una madre nada nos consuela, nunca -la música se hace de pronto más potente, al grupo que ubicuo sopla con su melodía sobre el modesto cementerio, se han unido al parecer varios cantantes.
-¿Y qué me dice de esas mujeres, de las que hablamos que se quedan solas luego de una relación? Y no me diga que no sabe… -Celia ha estado casada, tiene 3 hijos y dos nietos; se separó de su esposo hace más de 10 años porque, según ella, no tuvo el valor de su madre para devolver los manazos y las humillaciones.
- Estas mujeres suelen ser las primogénitas de hogares usualmente estables -me detengo mientras ella se sienta en el suelo y acomoda sus implementos de limpieza, -en los que sin embargo el padre mantiene la dinámica familiar apoyándose en una férrea disciplina, y procurando reprimir las expresiones de afecto. -Sin darme cuenta he empezado a responder con términos que parecen demasiado técnicos para Celia, pero recuerdo que ella es maestra y que a pesar de la sencillez de su lenguaje, ostenta una respetable cuota de cultura. -Estos son casi siempre militares o policías, o personas que fueron criadas en ambientes muy rígidos y jerarquizados en los que se observaba un irracional respeto por las figuras de autoridad. Con esto no quiero decir que todas las familias donde el padre es militar funcionen así -Celia ajusta los ojos como queriendo divisar en la distancia los recuerdos:
- Tiene razón, mi abuelo era policía, y mi mamá la mayor de sus 4 hijas…
- Al comprometerse, pues son chicas formales que no besan a un muchacho si no es su enamorado oficial o novio, lo hacen muy profundamente; suelen entregarse luego de relaciones largas en las que a duras penas han logrado confiar. La inseguridad es moneda corriente en toda la constelación familiar: el padre intentó domar su propia inseguridad recurriendo al modelo militarizado de la familia, y las hijas, sin esa posibilidad, buscan relaciones muy formales, cerradas, en las que suelen negarse el goce de alternar con amigos o compañeros de trabajo, y reclaman que su pareja les corresponda de la misma aislante manera -Celia levanta una mano como si estuviera en el colegio, y me interrumpe:
-Bueno, creo que mi mamá, hasta aquella noche en la que se emborrachó con el que sería mi papá, no había tenido amigos ni había salido más que con sus padres y parientes. Lo que es la vida ¿no? O sea que la culpa de todo la tuvo mi abuelo…
- No, no, yo siempre digo que no hay culpa alguna, recuerda que esas personalidades responden a una determinada forma de crianza, y que eso estuvo siempre fuera de su control, ellos no escogieron sus padres, ni estos a los que tuvieron… -Se reanuda la música, el cementerio parece alegrarse, el sol se refleja en las pocas flores que en algunos nichos mecen sus corolas a la brisa serrana. Luego de unos segundos, Celia pregunta:
-¿Y qué pasa para que, al ser dejadas, ellas ya no quieran iniciar otra relación?
- Bueno, cada caso es distinto, pero lo que en términos generales pasa es que el hombre, sino cae en los mismos usos y funda una nueva familia de inseguridades y obsesiones que aparecen para tratar de contrarrestar aquellas, no resiste una relación así y toma las de Villa Diego…
- ¿Las de villaqué? –pregunta Celia con inocencia, los dos reímos; de pronto tengo la impresión de estar en una fiesta, la música es ahora de una tonada alegre, al grupo se ha unido un violín, y tintinean los cristales de las botellas y los vasos, podemos oler el aroma de un guiso aderezado con ajos, ajíes.
-Tomar “las de Villa Diego” se dice cuando uno se marcha, huye. En esas circunstancias la damita siente ser víctima de una pérdida insuperable, de la cual normalmente no se recupera para volver a intentarlo. Pasan por marcados períodos de depresión y profundos sentimientos de culpa en los que el dolor de la pérdida les reitera que aquella relación era lo mejor que podía haberles pasado, y que no habrá otra. La mayoría opta por mantener una voluntaria soltería aunque en algunos casos, la depresión puede empujarlas a intentar el suicidio…
- ¿Eso es todo? -Celia me mira seriamente. -Menos mal que mi mamá prefirió quedarse así no más, sola, y criarme en su ley. ¡Qué buena y fuerte fue mi madre, de verdad -Se agacha y besa la lápida sobre el nombre de Doña Marina Teodosia: -Gracias, mamita. ¡Ahora vamos a saludar al muertito de la vuelta, que la música está buena, y así nos tomamos unos tragos y comemos rico! Qué le parece… Y así tal vez me pase la pena de no tener ya a mi mamita, tan buena… Que así no más eso no se le pasa a uno -Celia se pone de pie, se sacude las manos y suspira profundamente. El aliento apetitoso de la comida juega con unos trinos de guitarra en la brisa de este segundo domingo de mayo.