viernes, 19 de septiembre de 2008

Desde mi Celda

Hoy la he vuelto a ver, está linda. Pero no me entusiasmo mucho, hace muchas primaveras que la veo crecer, y luego secarse bajo el sol del verano. Sé que me dará la alegría de unas cuantas hojas, y que al insistir con la vida, estirando sus pelillos entre las grietas que la piedra generosa le permite, casi me regalará la esperanza coloreada de una flor. Y sé también que volveré a maldecir la luz implacable del astro rey cuando, metálica, infame, ahogue su delicada silueta hasta hacerla desaparecer.
Pero gracias. Vamos, que no hay mucho que pensar para dar con mis pocas alegrías. Una: la efímera plántula de cada fin del invierno. Otra: pasar y repasar con el mango de mi cuchara las marcas de cada dia en la pared oeste. Una más: la comida de los jueves; Dios sabe que le espero, que puedo contar las proteínas, cada grano de arroz, el agua que parece tan limpia y contra la que no tengo nada. También me hace feliz el recuerdo. Y las frases que a veces canjeo con el de la puerta; me hace feliz cuando le digo que no llore, que hay otros más infelices. Y ponerme de ejemplo.


También me hace feliz el silencio que a veces llena las tardes, y que suele romper la cháchara de los tordos; y pensar en las mujeres, mirar el jirón de estrellas que se estira tan arriba, y cuando el perro blanco pasa por la ventana, bueno, "ventana" es una generosidad, y me lame las manos con su purísimo afecto.


Odio los años que me he pasado aquí, y los que me quedan. Y cómo me va pudriendo la maldita inocencia.